José de San Martín • 200 años del Cruce de los Andes


Hablar de la figura de José de San Martín no solamente es un hito en el recorrido histórico que se realiza en la escuela, sino que resurge y se potencia cuando nos encontramos en momentos en que se define el modelo de sociedad que queremos para nosotros y para nuestros hijos. 

Desde su llegada al puerto de Buenos Aires, a principios de 1812, puede observarse su desapego a la comodidad ya que teniendo una carrera militar en Europa deja todo para ponerse a disposición del Gobierno Patrio. 

Su entrega a la causa de la Libertad de la Patria fue agigantando su figura. Fortalecido tras su bautismo de fuego junto a los Granaderos a Caballo es enviado a reemplazar a Manuel Belgrano en el Ejército del Norte, quien lo admiraba y esperaba con ansias, en una carta le decía: “...empéñese Uds. en volar, si le es posible, con el auxilio, y en venir no solo como amigo, sino maestro mío, mi compañero, y mi jefe si quiere.” 

A cargo del Ejército del Norte, San Martín descubrirá que avanzar hacia el Alto Perú no es el camino para lograr la libertad de América toda. 

Continuará su derrotero hacia la Gobernación de Cuyo -llegando allí en 1814- y -años después- gestará en territorio mendocino la más grande de las epopeyas, de la que se cumplen 200 años, el Cruce de los Andes. 

Muchos fueron los desafíos que tuvo que enfrentar, ya que su empresa libertadora sería imposible si no representaba a una nación independiente, la causa de la Independencia se diluía en internas políticas e intereses personales y su inquietud se hacía palabra en una carta a su amigo Tomás Guido “...¿Hasta cuándo esperamos declarar nuestra independencia? ¿No le parece una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener pabellón y cucarda nacional y por último hacer la guerra al gobierno de quien en el día se cree dependemos?”. 

Los obstáculos no solo fueron políticos sino también económicos, Juan Martín de Pueyrredón, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de La Plata, le enviaba recursos a pesar de la oposición de muchos porteños. En una carta enviada al general le decía: “...Van los vestuarios pedidos y muchas camisas. Si por casualidad faltasen de Córdoba las frazadas, recurra usted al vecindario: no hay casa que no pueda desprenderse, sin perjuicio, de una manta vieja: es menester pordiosear cuando no hay otro remedio. (...)"

 Conseguir tropas para esa campaña a través de los Andes requirió de toda su energía convocando a El Plumerillo a todo hombre que pudiese empuñar un arma. Toda Mendoza colaboró con el General, con ese hombre que sostendría su sueño americano relegando su vida familiar al punto de no poder volver a Buenos Aires. al enfermarse su mujer. por la gran cantidad de enemigos que tenía. 

Venerado en Chile y luego en Perú finalmente entregó el mando a quien consideraba que podía continuar su sueño, Simón Bolívar. Jamás se supo que hablaron en ese encuentro, en Guayaquil, pero Pablo Neruda -el gran poeta chileno- lo imagino así: 

Cuando entró San Martín, algo nocturno 
de camino impalpable, sombra, cuero,
entró en la sala. 
Bolívar esperaba.
Bolívar olfateó lo que llegaba.
Él era aéreo, rápido, metálico,
todo anticipación, ciencia de vuelo,
su contenido ser temblaba
allí, en el cuarto detenido
en la oscuridad de la historia. 

(...)

San Martín traía del Sur
un saco de números grises,
la soledad de las monturas 
infatigables, los caballos
batiendo tierras, agregándose
a su fortaleza arenaria. 

Entraron con él los ásperos
arrieros de Chile, un lento
ejército ferruginoso,
el espacio preparatorio,
las banderas con apellidos
envejecidos en la pampa.

(...)

San Martín de aquella noche
hacia las soledades,
hacia el trigo.
Bolívar siguió solo.




Su único objetivo era hacer una América libre y unida, y arengaba a sus hombres para que lo acompañaran en ese sueño con estas palabras: 

 “(...)Compañeros, juremos no dejar las armas de la mano, hasta ver el país enteramente libre, o morir con ellas como hombres de coraje.” 

“(...) la guerra se la tenemos que hacer del modo que podamos: si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos tiene que faltar. 

(...) seamos libres, y lo demás no importa nada.”